El diario de hoy trae tres noticias que deben catalogarse como «fracasos de la justicia». Su publicación le sigue a la de ayer, que reseñaba el bajo porciento de esclarecimientos de delitos, sobre todo de los asesinatos. Con ese fallido punto de partida, tanto el Ministerio Público como el Tribunal no logran hacer una justicia que satisfaga las expectativas razonables de la comunidad.
Véase, por ejemplo, el caso del expolicía acusado de pedofilia, con antecedentes, que ha sido condenado a cumplir su sentencia en probatoria, a pesar de que el informe presentencia recomendaba una pena de reclusión. No se contempla mayor burla a una sociedad consternada por el abuso sexual a los menores de edad. Igual abuso de discreción se palpa en el fallo de homicidio --con una pena muchísimo menor que la de asesinato-- al hombre que mató a tubazos a su esposa. Otra burla a una comunidad alarmada por la violencia doméstica. Completa el trío de infames decisiones la de sentenciar a un año de cárcel a dos cooperadores en un asesinato.
Francamente, el país está harto de declaraciones estereotipadas, con las que se culpa a otros por una justicia que se da de espaldas a la cruenta realidad que vivimos. Mientras abogados, fiscales y jueces juegan a los tecnicismos y las dudas razonables absurdas, el país se desangra sin remedio.
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