Si nuestro Secretario de Justicia logra que los americanos le hagan caso, y le revelen la identidad de quién mató a Filiberto Ojeda, se habrá anotado el mayor triunfo jurídico de la historia colonial puertorriqueña. Fat chance! dirán a orillas del Potomac. Por más idealista u optimista que él sea, tiene que saber que su petición se la va a tragar ese "triángulo de las Bermudas" compuesto por la Casa Blanca, el Congreso y el Tribunal Supremo. Independientemente de las diferencias que pueda haber entre esas instituciones, y a pesar del cuento de caminos de la separación de poderes, lo cierto es que, a la hora de la verdad, las tres cierran filas en materia de la homeland security. No es verdad que ellos van a romper filas, exponiendo a uno de los suyos, para hacerle justicia a un "terrorista" como Filiberto. Creer eso es como creer que Washington nunca dijo una mentira, y tonterías así.
En momentos en que el partido que gobierna se propone discutir la "soberanía" que debe tener Puerto Rico, hay que preguntarse cuál es el papel que le ven al FBI y al Tribunal de Estados Unidos aquí. Porque si - como me temo - es dejar su presencia intacta, entonces el Secretario de Justicia seguirá en un rol esencialmente pedigüeño frente a unas autoridades federales que marginan cada día más a las nuestras.
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