La paliza y agresión con un arma de fuego y un vehículo contra cinco jóvenes cuatreros en Canóvanas pone de manifiesto, una vez más, el concepto equivocado que muchos tienen sobre el derecho de propiedad y lo que se puede hacer con los que lo violan. Aceptando que los muchachos no son angelitos, y que entraron en la finca para apropiarse del caballo, la reacción del dueño y un secuaz es, a todas luces, desproporcionada e ilegal. Por supuesto que el hombre tiene derecho a defender sus bienes, pero él parece haber procedido a base de la idea equivocada de que, una vez ellos penetraron en su propiedad, él tenía "licencia para matar." Intuyo que algo ha tenido que ver el hecho de que los jóvenes son de Loíza, presumiblemente negros.
El dueño de la finca debió detenerlos y dar parte a la policía. Todo lo demás estuvo demás, como un acto de salvajismo, de esos que se cometían cuando los dueños de las tierras eran dueños de los hombres.
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