La aceptación de parte de la Administración del Seguro Social de Estados Unidos de que le pagó $20 millones en beneficios a 133 nazis que eran o habían sido residentes en ese país es una muestra de la complacencia con la que los americanos acogieron muchos criminales de guerra, a partir de 1945. Tan escrupulosos que son con los inmigrantes, cuando quieren serlo, los yanquis sellaron muy fácilmente y sin investigar los papeles de toda esa ralea que salió huyendo de Alemania y otros países colaboracionistas. (Claro, todos eran blancos y de ojos claros.) Las autoridades de Estados Unidos no supieron porque no quisieron saber.
La mejor prueba es la dilatada historia de las investigaciones conducentes a la deportación de estos individuos. Al sistema administrativo y judicial americano le ha tomado décadas decidir estos casos, lo cual le ha permitido a esta gente morir de vieja sin pisar la cárcel o cumplir muy poco tiempo de reclusión. Y, encima, cobrando su chequecito del Seguro Social. La impunidad al cuadrado.
Y a los braceros latinoamericanos que cruzan el río les ajotan los perros.
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