El afán por los eufemismos, para evitar «ofender» a ciertos grupos que algunos consideran muy susceptibles a sentirse insultados o menospreciados por el uso de las palabras que los describen tradicionalmente, parece no tener límite. Lo cierto es que hay que quitarse el sombrero ante el ingenio y la inventiva de quienes acuñan estos términos. Veamos un ejemplo reciente.
El pasado 10 de abril se aprobó la Ley 50 para declarar el viernes de la segunda semana de septiembre como el «Día del Empleado con Diversidad Funcional». Así como lo lee. En un mundo en que ya no hay ciegos, paralíticos ni retardados mentales, ahora tampoco hay personas con impedimentos -- que sustituyeron a las impedidas -- sino con «diversidad funcional». ¡Hombre, pero si esos somos todos, pues, cada uno funciona de acuerdo con su inteligencia y capacidad!
Lo triste es que quienes formulan estos engendros lingüísticos lo hacen de la mejor buena fe, convencidos de que hacen una obra de caridad o algo así con la pobre gente que padece de alguna condición física o mental.
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