Ahora que estamos en el tema de la reciente decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos, aprovechemos para llamar las cosas por su nombre, rechazar los circunloquios, eufemismos y préstamos léxicos innecesarios. Se trata del matrimonio homosexual. No hace falta decir «entre personas del mismo sexo». Tampoco gay. «Homosexual» no es un insulto; es una realidad. No hay por qué disfrazarla o encubrirla con frases eufemísticas o conceptos de otras culturas, que ni sentido tienen en la nuestra. La palabra «homosexual» incluye a hombres y a mujeres con esa inclinación erótica.
Usémosla sin miedo ni falso pudor.
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