Veíamos anoche uno de esos muchos programas de cocina en la TV, cuando el cocinero le añadió cilantro a lo que preparaba. Entonces, yo, recordando los días de mi infancia, cuando veía a mi madre cocinar, dije en voz alta: culantro. Mi esposa dominicana, cuyos indiscutibles méritos culinarios han quedado recogidos en su libro El arte del cocinao, «invadió mi territorio» pretendiendo corregirme. Le dije que se podía decir de ambas formas, pero ella insistió en que lo de «culantro» era un regionalismo, forma fina de achacarnos a los boricuas un disparate. Entonces, hice lo que, como abogado, debí hacer desde el principio: busqué el Diccionario de la RAE, y allí le mostré, muy orondo, culantro y, para remachar, culantrillo, término que también conocía por mi mamá.
En el resto de la noche, no me ofrecieron ni una meriendita...
2 comentarios:
Alberto:
Ya veo que aprendiste una lección: "no cuestiones a la persona que cocina, que no te da de comer."
En mi caso, las batallas siempre las tengo perdidas; así que, cuando discuto tengo conmigo una bolsa llena de solicitudes de indulgencias.
Jaime:
Con la ventaja para ti de que cocinas muy bien, y soy una nulidad en la cocina...
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