Ha vuelto a ocurrir. Esta vez, toda una ginecóloga, ya madurita y con tres hijos, se«olvidó» del más pequeño, de poco menos de tres años y lo «cocinó» durante cinco horas dentro de su automóvil. Inmediatamente ha salido un coro de amigos y de profesionales de dudosa capacidad a exculparla, señalando los primeros un larguísimo catálogo de virtudes, y teorías psicológicas que explican lo inexplicable los segundos. Una psiquiatra se ha puesto hasta bíblica, citando aquello de que «el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra».
Pues, aquí va.
No hay que estar libre de pecado para decir unas cuantas verdades. En primer lugar, éste es el cuarto caso desde 2005 que se registra en nuestro país. Creo que debemos empezar a pensar en la posibilidad de que se esté desarrollando un patrón criminal, lo que los americanos llaman copycat crimes. Es decir, alguien ve que una forma de cometer un delito da resultado, y la copia. He dicho antes que en mis muchos años de vida - todos los cuales se han dado en la era del automóvil - no recuerdo estos incidentes antes de 2005.
Independientemente de ello, lo cierto es que la responsabilidad primaria materna o paterna es velar por la vida y el bienestar de los hijos menores de edad. Hasta nuestro derecho civil lo reconoce, al designar el más alto nivel de cuidado en la sociedad como el que tendría un «buen padre de familia». Todos los que tenemos hijos conocemos ese afán protector. Por eso, resulta incomprensible la falta de atención de una madre en estas circunstancias. El hecho de que no fuera ella quien llevaba el niño al cuido regularmente es una explicación tontísima de su negligencia. (Yo, que no hago la compra generalmente, no la dejo en el auto cuando voy al supermercado.) Me parece que precisamente porque no es lo usual es que uno se fija más y está más pendiente.
Repito lo dicho hace algún tiempo: hay un grado de negligencia que es criminal. La muerte de un menor de edad indefenso no se puede despachar con frases como «incidente desgraciado». Estas muertes no pueden seguir quedando impunes. Mientras no haya consecuencias penales severas para estos «descuidos», seguirán ocurriendo con pasmosa frecuencia.
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