Estados Unidos, país que se jacta incesantemente de ser el más justo y libre sobre la faz de la tierra, mantiene prácticas bárbaras en muchos aspectos de su vida institucional. He aquí un ejemplito para este Domingo de Pascua.
La abuela de un confinado en Nashville por haber violado su probatoria de manera no violenta demandó a la empresa correccional --cojan los que favorecen la privatización -- por no haberle provisto servicios de salud mental y mantenerlo sin salir de su celda y sin bañarse durante nueve meses. El tribunal de primera instancia desestimó el pleito, pero ahora el de apelaciones lo ha revocado, para que se vea el caso en su fondo. El individuo padecía de sus facultades mentales, y la falta de baño tan prolongada, al igual que su encierro total, no pueden haberle hecho bien. (Yo, si paso un día sin bañarme, por culpa de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados, soy capaz de «matar».)
Así que cojamos con pinzas cuando los americanos se rasgan las vestiduras ante las prácticas penitenciarias de otros países, pues las de ellos no son muy católicas que digamos.
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