Que el aprovechamiento académico de los estudiantes de escuela pública - medido en las Pruebas Puertorriqueñas - se reduzca significativamente cuando se les pone a redactar en español y en inglés no es noticia; por lo menos para mí. Mis casi 30 años de experiencia como editor jurídico y de otras materias me han dado muestras suficientes del desastre lingüístico de nuestro país a todos los niveles educativos, incluidos los de maestrías y doctorados. Encontrar a un compatriota nuestro que escriba bien es más difícil que localizar la proverbial aguja en un pajar o - en este arranque bíblico - más fácil pasa el camello por el ojo de una aguja.
Tan feo como tan franco. El problema fundamental es que, si a los maestros de esos estudiantes se les somete a esas mismas pruebas, también se cuelgan. Hombre, es que hace décadas que no hay rigor académico en las escuelas - y aquí incluyo a las privadas - por lo cual se pasan por alto los errores ortográficos, gramaticales y lingüísticos. Si a eso le sumamos la pobreza extrema de vocabulario, es un milagro que hablemos español y más o menos nos entendamos.
No hay que esperar a estas pruebas anuales para saber que no hay tal aprovechamiento. Bastaría con ver cualquier cuaderno o libreta en un día cualquiera, para comprobar que esos muchachos no saben escribir. Y escuchar a sus maestros, para darnos cuenta de que no saben ni hablar.
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