En cierta forma, es de aplaudir la determinación con la que el Secretario de Justicia continúa procediendo contra el FBI por la vía judicial. Toda quijotada lo es, y no hay duda de que pedirle cuentas al gobierno federal en sus tribunales es eso en grado sumo. El Secretario y sus asesores tienen que saber que están jugando en cancha ajena, contra jugadores que juegan rudamente y con el árbitro y el público hostilmente en contra. Me parece que es la crónica de una derrota judicial anunciada, pues las cortes del imperio no le van a fallar en contra. Creer lo contrario es ser imperdonablemente ingenuo y desconocer la verdadera historia de Estados Unidos.
Supongo, entonces, que la estrategia es, precisamente, desenmascarar ese sistema judicial, que, como himen complaciente, cede a las embestidas del aparato represivo, tanto en el territorio continental como en el territorio colonial. Porque, en última instancia, de esto es de lo que se trata: la subordinación política que hace posible que el FBI campee por sus respetos en nuestra patria. Si es en son de denuncia, vayamos hasta el tribunal celestial.
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