La lucha por una mejor salud alimentaria y ambiental es continua, y se da en muchos frentes, incluido el legislativo y el jurídico. Con el surgimiento de los alimentos genéticamente modificados, se redoblan los esfuerzos para mantener la cadena alimentaria lo más limpia posible de elementos que, tarde o temprano, pueden resultar nocivos a la salud humana.
Escocia se acaba de sumar a la lista creciente de países que toma medidas para prohibir las cosechas genéticamente manipuladas, basado en que no hay gran demanda por ellas, y en que se quiere conservar la falta de contaminación de la producción agrícola escocesa. También se argumentó que permitir esas cosechas alteradas pondría en peligro la confianza del consumidor en el resto de la agricultura del país.
Muy bien por los escoceses, que en esto también se han mostrado independientes de criterios ajenos.
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