En Estados Unidos se ha pretendido buscarle la vuelta al dictamen constitucional que aprobó el matrimonio homosexual, mediante legislación que postula la libertad de conciencia y de culto como una exención de cumplir con el mandato supremo. Se trata, por supuesto, de un subterfugio muy mal disimulado, que empezó algún tiempo antes de la decisión del Tribunal, y se extiende hasta nuestros días. Los homófobos -- muchos de los cuales citan la Biblia como fundamento -- no cejan en su empeño de negarle su reconocimiento a las parejas homosexuales.
Una táctica que se ha puesto de moda es la de negarle servicios comerciales a dichas parejas. Hace algún tiempo, un florista se negó a venderle flores a una pareja homosexual para su boda, alegando que ello le causaría un trauma emocional por ser contrario a su creencia religiosa. Ahora, en Colorado, un repostero se negó a hacerle el bizcocho de bodas a una pareja homosexual. La Comisión de Derechos Civiles del estado falló a favor de la pareja, en primera instancia, y en apelación, el tribunal la sostuvo. La alegación del repostero era que, siendo un cristiano, Dios se sentiría disgustado con él, si le hacía un bizcocho de bodas a una pareja homosexual.
El Tribunal le respondió que un negocio no le puede negar sus servicios a los homosexuales, como tampoco a otras personas por condiciones inherentes a ellas, como la etnia, raza, el color y las demás condiciones protegidas constitucionalmente.
El repostero debió conformarse con mostrar su repudio, no yendo a la boda ni invitando la pareja a su casa...
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