En una sociedad laica y pluralista, no pueden imponerse normas que surgen de convicciones religiosas o sectarias. Es lo que, evidentemente, no ha entendido la jueza de Tenesí -- parte del Bible Belt americano -- que, en un pleito por alimentos para un menor llamado Mesías, ordenó que se le cambiara el nombre al niño, por considerarlo una falta de respeto a Jesucristo. La han destituido, y con razón, pues ha actuado ultra vires por fundamentos impermisibles en Derecho.
El buen o mal gusto no se legisla ni se impone con un malletazo. Hay decisiones privadas francamente estúpidas, pero ello no significa que deban anularse con el poder del Estado. Los jueces tampoco pueden adjudicar asuntos que ni siquiera están planteados en un caso.
Eso sería un ejercicio de poder mesiánico...
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