Extranjero y extraño no son extrañas, sino parientes cercanas. En su raíz, «no son de aquí». Como no lo era Meursault, El extranjero de Camus. Tampoco Rankin, en The Stranger de Orson Welles. Ambos son extranjeros --- el primero, en Argel; el segundo, en Estados Unidos -- pero también son extraños. Meursault, de sí mismo y de otros, en su enajenación e insensibilidad; el exnazi, en su fanatismo homicida.
Acá en el lar nativo, nuestro Virgilio Dávila, a principios del siglo XX, nos conminó poéticamente: ¡No des tu tierra al extraño!, advirtiéndonos contra la venta a intereses foráneos, con las consecuencias funestas que hoy padecemos.
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