Muchos estudiantes de Derecho, abogados y jueces creen en las «palabras sacramentales», ese vocabulario profesional del que no se desvían, por temor a equivocarse y a que resulte insuficiente lo que dicen o escriben. De ahí el excesivo formulismo y las repeticiones ad nauseam en el lenguaje forense y la redacción jurídica.
Por ejemplo, ¿por qué el uso exclusivo de disentir y todas sus variantes, cuando diferir y discrepar vienen siendo lo mismo? Si un juez de un tribunal colegiado dijera que difiere o discrepa de sus compañeros, «invalidaría» eso su opinión? Claro que no. No hay nada mágico en estos y muchos otros términos que se usan exclusivamente para referirse a conceptos sencillos.
Atrevámonos a variar la forma en la que hablamos y escribimos el Derecho.
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