California siempre ha tenido fama de ser una jurisdicción «progresista», en marcado contraste con otros lugares de Estados Unidos, como ese Sur recalcitrantemente oscurantista y racista. Pero, no todo es belleza en esa tierra soleada, de ocio y fantasía. Su sistema correccional adolece de unas fallas monumentales desde hace mucho tiempo, y ello ha llevado al estado a ser objeto de demandas por violaciones a los derechos humanos de los confinados. Basta con un dato: unas instituciones con cabida para 80,000 reos albergan 120,000. Lo peor de todo es que el estado se ha resistido contumazmente a realizar los ajustes para aliviar el hacinamiento carcelario de manera significativa.
Ahora, luego de seis años de pleitear este asunto, un tribunal federal le ha concedido dos años más al estado para que ponga la casa en orden, haciendo constar la temeridad gubernamental hasta el presente, pero esperanzado de que haya un verdadero propósito de cumplir con la orden del tribunal. Huelga decir que tal condescendencia no ha caído bien en los grupos que representan a los presidiarios.
Aquí tienen los que creen que aquello es Disneyland...
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