La homofobia galopante se manifiesta, entre otras formas, en el surgimiento de lo que se ha venido a llamar «terapia de conversión», una práctica psicológica que busca «enderezar el árbol torcido» de la homosexualidad de los menores de edad. Los americanos -- con singular aptitud para la maldad -- se han inventado esta nueva versión del Santo Oficio, y ello ha dado lugar a no pocas controversias judiciales, en las que se discute la legalidad de este tratamiento y su prohibición legislativa.
California, jurisdicción de vanguardia en muchas cosas, fue la primera en frenar este «remedio» de corte inquisitorial, por la vía estatutaria y con el aval judicial. New Jersey lo ha secundado, en un caso en que los padres de un joven de 15 años querían continuar una «terapia» iniciada hace dos años, a despecho de la ley que la prohíbe.
Esperemos que continúe la derrota judicial de una práctica oscurantista que tortura el espíritu atribulado de jóvenes que tienen derecho a ser felices siguiendo los dictados de su naturaleza.
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