Los conflictos entre la fe religiosa y el Derecho son frecuentes y de difícil solución, pues la primera ocupa, en muchos, un lugar preeminente en sus vidas. La religión suele ser conservadora, dogmática e inflexible. La vida del Derecho es un eterno cuestionamiento del ser, en pos del deber ser. He ahí la raíz del conflicto entre ambas esferas de la experiencia humana.
En los Estados en que no hay separación formal entre la Iglesia y el Estado, la primera ejerce una influencia decisiva en los asuntos laicos y seglares. En un país como Israel, por ejemplo, el derecho de familia se dilucida judicialemnte en unos tribunales especiales de naturaleza religiosa, que son parte del poder judicial del Estado.
Es en uno de esos foros donde, en medio de un pleito de divorcio, se ha producido un dictamen que obliga a una madre a someter a su hijito de un año a la circuncisión, a petición del padre del niño. Ella alegó que no cumplió con la ley al respecto porque el bebé nació con una condición que no hacía aconsejable el procedimiento a los ocho días de nacido, con lo que el padre estuvo de acuerdo. No fue hasta que ella le pidió el divorcio que él sacó a relucir el asunto y su exigencia.
El tribunal religioso le dio la razón al padre, basado en la importancia religiosa del acto, y argumentando que lo contrario sería un precedente que afectaría el «bien común», algo que está por encima del interés individual.
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