Cuando no se quiere ser grosero, hiriente o mal hablado, se recurre a los eufemismos, más o menos imaginativos y efectivos. Supongo que por pruritos religiosos, para no maldecir, se han inventado cosas como dianche, diantre y demontre, en vez de «diablo». «Demontre» me recuerda mi niñez, pues mi madre --mujer muy piadosa -- me lo decía con alguna frecuencia y mucho énfasis...
Ya no se tienen esas reticencias. Ahora se llaman las cosas por su nombre, malsonantes o no.
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