Le faltamos el respeto a las palabras. Desconocemos su significado, y por eso las aderezamos, explicamos y modificamos innecesariamente. En el editorial de hoy de uno de nuestros diarios se lee: «La aprobación ayer en la Cámara de Representantes del Proyecto 238 que prohíbe el discrimen por orientación sexual en el empleo representa un paso de avance, pero no es suficiente en una sociedad como la nuestra minada por las desigualdades y que está llamada a elevarse a niveles más óptimos en materia de derechos civiles». ¡Qué pena que una verdad así quede empañada por un error gramatical tan elemental!
Como sabemos todos -- excepto el editorialista -- lo «óptimo» es lo inmejorable o insuperable, es decir, se trata de un superlativo, por lo cual no se admite la gradación que supone un «más» o un «menos».
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