sábado, 6 de octubre de 2007

Zafaíta

El mea culpa de la otrora "gran" velocista norteamericana Marion Jones es un caso clásico de too little, too late. Después de jurarlo y perjurarlo durante siete años, ahora admite que usó esteroides y que le mintió consecuentemente a las autoridades que investigaban este asunto. Pero, aun así, su versión sigue siendo acomodaticia: al principio creyó que lo que se untaba era aceite de semilla de lino, y no fue hasta noviembre de 2003 que supo que era otra cosa. La fecha le resulta muy conveniente porque así pretende hacer creer que para 2000, cuando ganó cinco medallas en los Juegos Olímpicos, estaba "limpia de polvo y paja." Claro, nada dice de la imputación de quien la vio inyectarse los esteroides, porque eso es mucho más difícil de refutar que el asunto de creer que se estaba dando un sobito con Bengay.

Este "llanto y crujir de dientes" es puro teatro. Ella, que era tan rápida para sus cosas, debió haber admitido su falta hace, por lo menos, siete años. Quizá, en ese momento, se le pudo haber considerado para una pena con atenuantes. Pero, ahora, después de esta "maratón" que le ha hecho correr a las autoridades detrás de ella, y todavía "admintiendo", hay que borrarla "con mierda de gato" del libro del deporte.

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