Como una comedia de errores empieza a lucir la implantación de la nueva ley que regula el tránsito de las motocicletas y otros vehículos similares. La ley - que no es mala - fue aprobada en agosto, para entrar en vigor en octubre. Primer error: es muy poco el tiempo para tantos cambios drásticos a la tenencia y el uso de las motos, y para que se apruebe la reglamentación al respecto. Hace falta más tiempo para orientar debidamente a los motociclistas, y para que las agencias gubernamentales en cuestión elaboren los reglamentos pertinentes.
Esa falta de previsión y sensatez legislativa nos lleva al segundo error: la intención anunciada de aplazar la vigencia de la ley. Los puertorriqueños no nos distinguimos particularmente por ser muy cumplidores de las leyes. No es buena política pública aprobar estatutos, para, inmediatamente, suspender su vigencia, pues ello le resta seriedad a la gestión legislativa, y crea en el ciudadano la expectativa de que las leyes no se cumplen. Eso de dar boletos de cortesía - algo que se repite con cierta frecuencia - es coger de mojiganga a los agentes del orden público en éste, el peor momento de su historia.
Pensemos bien las leyes, y una vez aprobadas, sostengámoslas con determinación.
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