Me parece que ha llegado la hora de que la Policía, la Fiscalía y el Tribunal dejen de hacerle el juego a las partes que protagonizan el "escándalo" del video pornográfico, los líos de la familia de la cantante y el resto del novelón. Creo que, independientemente de que, técnicamente, se haya podido cometer uno que otro delito, el ánimo y la intención de las partes no amerita que el sistema que administra la justicia penal - y, probablemente, la civil - le dedique tiempo y otros recursos a este montaje. La credibilidad, el proceder y los motivos ulteriores de todos los involucrados crean una duda más que razonable acerca de la seriedad de la situación.
Sabido es que la policía y la fiscalía tienen un amplio margen de discreción para decidir si algo es investigable y procesable. Con frecuencia, las circunstancias apuntan a que los fines de la justicia quedan mejor servidos, si no se asume jurisdicción en un asunto. Quizá, en este caso, valga la pena aplicar el artículo 33 del nuevo Código Penal, el cual dispone que no ha de procederse en casos de "conducta insignificante." Todo este tinglado - bochornoso, por demás - debe mantenerse fuera de las instituciones del orden público. Hasta que se tipifiquen como delitos el mal gusto y la poca vergüenza.
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