Se anuncia la aprobación de un nuevo Código Civil con algunas de las modificaciones propuestas, pero sin las de mayor controversia. Han prevalecido, por ahora, las fuerzas del oscurantismo religioso, que pretenden imponer su visión particular del "reino de los cielos" a una sociedad secular, pluralista y regida por un estado de derecho, democrático y libertario. Los hijos espirituales de Savonarola y Torquemada han plantado bandera en el Capitolio, y ya hay señales de que la cacería y quema de brujas no se hará esperar.
Me atrevo a especular que muchos de los que se oponen al reconocimiento de ciertos derechos a los homosexuales y compañía lo hacen temiendo que se les impute apoyar esa "inmoralidad" o, peor aun, pertenecer a esa casta de "intocables." A otros ni les va ni les viene, pero quieren estar con la mayoría, aunque ésta sea injusta. Con esta cofradía en el poder, el statu quo del disimulo y la hipocresía queda incólume. Habrá que esperar algo más para que espíritus de mayor luz completen la obra de un Código Civil para el siglo XXI.
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