martes, 14 de agosto de 2007

Policías bandidos

La delincuencia policiaca acapara los titulares de la actualidad puertorriqueña. Por supuesto que no se trata de una situación general, pero hay suficientes excepciones graves como para que nos preocupemos como sociedad. Me parece que el mal radica, parcialmente, en el afán de reclutar un gran número de agentes, como muestra de que se dedican recursos a combatir el crimen. Con ese propósito en mente, no se es prudentemente selectivo en la admisión al cuerpo policiaco.

Lo cierto es que un número de los reclutas procede de los mismos ambientes que los delincuentes que han de perseguir. Se trata de amigos, condiscípulos, familiares o vecinos, con lazos y vínculos con elementos indeseables y viejas costumbres. Moro viejo, mal cristiano.

Hay también individuos naturalmente violentos, que buscan en el uniforme, la placa y el arma el respaldo institucional para descargar la furia de sus inclinaciones autoritarias. A la menor provocación - o lo que ellos perciben como tal - no vacilan en usar la fuerza bruta para imponer su autoridad.

Es importante reconsiderar la política de aumentar los efectivos policiacos, de manera continua y desmedida. En este caso, no se cumple aquello de there's safety in numbers.

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