Las noticias de hoy dan cuenta de casos en los que está de por medio el cumplimiento abreviado de una condena penal. Lo que resulta chocante - sobre todo para el lego y particularmente para la víctima o sus familiares - es la reducción drástica del tiempo dispuesto originalmente a una fracción mucho menor. Algo anda mal en un sistema en el cual una condena de 30 años se reduce a diez.
La pena es y tiene que ser una valoración de la conducta criminal y el ánimo con el que se incurre en ella. El número de años debe corresponder al repudio de la sociedad por el acto punible. Acortarlos significativamente es decir que el sistema de justicia se equivocó al imponer una pena tan severa; que el crimen cometido no era de tal seriedad.
Por supuesto, el sistema, orientado constitucionalmente a la rehabilitación, busca recompensar el buen comportamiento y la presunta regeneración del confinado, otorgándole bonificaciones que redundan en acortar su sentencia. Pero, me parece importante que el penado cobre plena conciencia de la gravedad de su falta, cumpliendo, si no íntegramente su condena, cuando menos una parte sustancial de ésta. A la vez, es fundamental que, por respeto a su dolor, la víctima o su familia vean que la ley se cumple, sin descuentos o rebajas típicas de ventas especiales en el comercio.
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