El juez Fusté, del Tribunal de Estados Unidos en Puerto Rico, hace caso omiso de las normas de prudencia judicial, opinando sobre todo, a la menor provocación... y sin ella también. El juez desconoce el recato que deben tener los magistrados para evitar expresarse -- en su caso, casi siempre destempladamente -- sobre asuntos y controversias que no están ante su consideración o que, si lo están, lo dicho no viene al caso. Se trata de un activismo con afán de protagonismo y reconocimiento, con matices ideológicos casi siempre.
En la más reciente de sus ocurrencias, Fusté ha dicho : «Puerto Rico, debido a su distancia geográfica de Estados Unidos y su falta de representación congresional completa como territorio, es frecuentemente objeto de decisiones arbitrarias basadas en en la falta de conocimiento sobre las condiciones locales. No podemos decir que es intencional. Es simplemente que, para las agencias burocráticas, Puerto Rico no está en la pantalla del radar».
Resulta claro que lo resaltado es una apreciación muy personal e impropia, de naturaleza ideológica, del juez, un conocido anexionista. No conforme con puntualizar la inferioridad política de la situación actual -- contrastada con la de la estadidad federada -- entonces, procede a disculpar al gobierno de Estados Unidos, del cual es empleado. Se trata de una mera especulación de su parte, que no viene al caso ni es necesaria para resolver el asunto ante su consideración. Dicho jurídicamente: es obiter dictum, pero malo.
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