Los periodistas mexicanos -- concretamente los de la crónica policial -- están a punto de una nueva revolución en el Estado de Sinaloa, donde el gobierno les ha limitado su acceso con cámaras y micrófonos a las escenas de hechos delictivos. Sin el beneficio de conocer los pormenores de esta norma, vale hacer un comentario general acerca del tema, con referencia particular a Puerto Rico.
Dejémonos de bobadas: la prensa quiere un acceso irrestricto a los lugares de hechos delictivos, no para «informar», sino para satisfacer el morbo de la gente que quiere ver cadáveres y sangre mientras desayuna. Nada de lo que se presenta en estos reportajes grabados o fílmicos tiene valor informativo, que no sea el de fisgonear en la tragedia y el dolor ajeno. Resulta insólito ver a periodistas metidos -- metiches, dirían en Sinaloa -- en medio de escenas que deben ser protegidas, entrevistando a agentes del orden público, obteniendo declaraciones comprometedoras de detenidos, a veces hasta en las celdas de los cuarteles policiacos o los tribunales, y hurgando en el dolor de las víctimas o sus familiares Y todo ese desmadre ocurre en nombre de la «libertad de prensa».
Lo que importa informar es la ocurrencia de un hecho delictivo y sus circunstancias. Los detalles morbosos de balaceras y masacres, en directo y a todo color, son solo elementos para alcanzar sintonía y vender periódicos, intereses ajenos a la función tutelar del Estado de la dignidad humana, la integridad del proceso penal y los derechos del imputado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario