martes, 12 de agosto de 2014

Esclavas domésticas

El trabajo doméstico es, en muchas ocasiones, una esclavitud solapada. Aprovechando la vulnerabilidad de la inmigración ilegal y la pobreza, los amos de ayer continúan explotando a los sirvientes -- realmente, siervos -- de hoy. Gente predominantemente prieta, a la cual es más fácil oprimir porque no se les ve de la misma categoría humana que la del dueño de la casa. El abuso ha sido tal que la Organización Internacional del Trabajo se vio obligada a aprobar la Convención sobre los Trabajadores Domésticos, que incluye disposiciones sobre jornada de trabajo, días líbres y salario mínimo, con vigencia a partir de septiembre de 2013.

Brasil, con un conocido pasado esclavista, acaba de legislar para proteger a los trabajadores domésticos, limitando su jornada laboral a ocho horas, la semana de trabajo a 44 horas, un salario mínimo, seguro social y otros beneficios.

En fin, la justicia social empieza por casa.


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