El encausamiento de los criminales de guerra nazi ha sido un proceso largo y lleno de vericuetos. Al mundo le ha tomado décadas, en muchos casos, reunir la prueba suficiente para llevarlos ante la justicia. Se trata de personas que ocultaron su identidad e hicieron sus vidas muy lejos de los lugares donde cometieron las atrocidades que conocemos. A este hemisferio vinieron muchos que pasaron inadvertidos, hasta que los sabuesos de las entidades que combaten la impunidad dieron con ellos.
Lo ocurrido de ahí en adelante no ha sido del todo satisfactorio. Los procesos han durado tanto tiempo que algunos de estos criminales han muerto antes de que concluyeran o su castigo ha sido en extremo breve por su edad avanzada y enfermedad. No se ha hecho justicia, o ha sido tan tardía que no ha sido tal.
Una investigación de Prensa Asociada revela que en Estados Unidos hay una decena de estos individuos que, luego de agotar los remedios procesales apelativos, han sido declarados deportados, pero ello no ha podido llevarse a cabo porque los países pertinentes se niegan a recibirlos. Es así como permanecen en el país durante muchos años, y escapan del castigo que merecen.
Se me ocurre que los americanos, tan creativos jurídicamente cuando les conviene o interesa, podrían elaborar una solución legal a esta impunidad de facto, y «deportar» a esos monstruos a su prisión en Guantánamo. Por lo menos, a ellos sí los han acusado y condenado conforme a Derecho.
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