Lo dicho. El Diccionario de la RAE es una caja de sorpresas. Hay de todo: palabras que parecen una cosa y no lo son, arcaísmos que lucen disparatados y términos inimaginables.
Así, tenemos el ejemplo de la palabra dasocracia, que literalmente querría decir «gobierno de los bosques», concepto interesante para una mala película de horror, en la que mandaran árboles monstruosos. Pero, es el caso que a lo que se refiere es a la ordenación científica de los montes, para su mejor aprovechamiento. En cuyo caso, me parece que una palabra como «dasología» sería más adecuada.
¿Y qué me dicen del vocablo demandanza? Suena como algo que diría un analfabeto o una persona que esté aprendiendo español. Pues, aunque desusado, significa «demanda, acción o derecho». Y no lo digo muy duro, para evitar que mis colegas, tan faltos de buen juicio lingüístico, lo empiecen a usar indiscriminadamente.
Por último, la voz distanasia es tan rara como pertinente en estos días. Se trata de los esfuerzos extraordinarios para mantener con vida a una persona desahuciada, como es el caso de Mandela, a quien deben dejar ir para que descanse en paz.
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