Hay penas o sanciones adicionales muy significativas, que complementan bien la principal impuesta a un culpable de delito. Este es el caso de un pediatra de Delaware condenado a 14 cadenas perpetuas por abuso sexual a sus pacientes durante más de una década. Con el fin de borrar todo vestigio de sus crímenes, la ciudad, con la anuencia del propietario, ha demolido la casa que le servía de consultorio y, por ende, de lugar de sus fechorías. Es de suponer que al dueño se le habrá compensado por el justo valor en el mercado, que, con esos antecedentes, debe ser cero.
La idea resulta interesante, y podría aplicarse a casos en que se ha usado la propiedad con fines principalmente ilícitos o adquirida con «dinero sucio». Sería también una forma de hacer más patente el repudio de la sociedad a la conducta delictiva que muchas veces subyace a la ostentación de los sectores acomodados.
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