Tanto que los americanos se jactan de tener el país más democrático, libre y repetuoso de las libertades civiles en la historia de la humanidad, y continuamente atropellan a su gente y a la de otros países. En estos días arrestaron a cerca de 20 personas que protestaban pacíficamente en las escalinatas del Tribunal Supremo de Estados Unidos portando cartelones, cosa que está prohibida. Y usted dirá: «Cará, pero si en algún sitio se deberían respetar los derechos a la asociación, la reunión pacífica, la libre expresión y la petición de la reparación de agravios es, precisamente, en los predios del Supremo».
Pues, vea usted que no es así. Parece que a los jueces les ha molestado que la protesta fuera contra la influencia corporativa en la vida del país y los procesos públicos. Supongo que se han sentido aludidos, luego de ciertas decisiones que le reconocen a las personas jurídicas los mismos derechos que a las naturales, haciendo posible que, por ejemplo, las corporaciones contribuyan económicamente con gusto y gana a la actividad política, y otras que favorecen desmedidamente al sector corporativo.
En fin, no me canso de repetir que toda esa admiración y casi veneración que muchos sienten por ese Tribunal y el sistema judicial del cual es máximo foro es resultado de una mitología muy bien elaborada por la propaganda oficial. Mas, la intolerancia a la disidencia y la protesta se hace sentir, a la menor provocación por parte del pueblo. Cuando otros gobiernos arrestan disidentes o manifestantes, los americanos se rasgan las vestiduras. Cuando son ellos los que actúan así, cubren la desnudez fascistoide con las oscuras togas judiciales.
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