A Clarence Thomas, el juez asociado negro del Tribunal Supremo de Estados Unidos, siempre lo acompaña la controversia. Desde las audiencias para su confirmación senatorial - en las cuales Anita Hill le imputó hostigamiento sexual - hasta las recientes gestiones ultra conservadoras de su esposa. Ahora, se apunta a un dato que podría ser indicio de cierto desbalance emocional o mental: hace cinco años que no pregunta en las audiencias orales que celebra el Tribunal. Este periodo es sorprendentemente largo, considerando la complejidad e importancia de las cuestiones que suelen estar presentes en los casos que el Supremo escoge para revisar y el propósito esclarecedor que tiene el procedimiento oral.
Igualmente sorprendente son las razones que él ha dado para ello. Parece que Thomas sufre de un cierto complejo por su forma de hablar. También ha dicho que no considera propio interrumpir a los abogados durante su argumentación, como si ello fuera una falta de cortesía. De manera que, evidentemente, o él no tiene dudas sobre las cuestiones jurídicas ante el Tribunal, o descansa en que otros las planteen y él se beneficie de las contestaciones brindadas. Ciertamente, es un comportamiento raro, que da la impresión de desinterés y enajenación de su función.
Los nombramientos vitalicios a la judicatura - como el de los jueces del Supremo de Estados Unidos - dan lugar a la permanencia, más allá de lo prudente, de personas que se deterioran física y mentalmente hasta incapacitarse para ejercer su cargo adecuadamente. Clarence Thomas parece estar dando muestras de ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario