martes, 13 de abril de 2010

Un caso que «llora ante los ojos de Dios»

Elsa Soler dice que ella ha deseado haber sido la que muriera en el «accidente» en que ella mató a esos dos niños.  Mas, hay varios elementos que ponen en duda su «dolor de corazón».  En primer lugar, al día de hoy, ella no ha explicado lo que pasó, limitándose ahora a decir que se trató de un «accidente desgraciado», término que, seguramente, se lo suplieron sus abogados, pues no es una expresión que conocen los legos.  Incluso, dice que «no sabemos por qué pasó», por lo cual, hay que concluir que ella no tiene explicación de por qué su vehículo salió de la vía de rodaje e impactó al otro.  Pues, como no estuviera consciente en ese momento, no veo que eso pueda ser posible.  La realidad es que ella hizo alegación de culpabilidad por homicidio negligente, lo cual elimina la posibilidad de que fuera un «accidente desgraciado» porque accidente es un hecho casual y la negligencia es un hecho causal.


Por otra parte, ante dos ocasiones de dejar constancia oficial de su arrepentimiento, escogió guardar silencio, para luego espepitarse con la prensa en un montón de declaraciones exculpatorias.  Ella no tiene que sentir que debió morir.  Hay algo menos dramático que eso, pero que le hubiera quedado mejor: aceptar una pena de cárcel como castigo justo por haber matado a dos niños a causa de su negligencia.  Nancy Hernández no mató a nadie y está presa.  Dicho sea de paso, los tribunales no están obligados a aceptar la solicitud de sentencia del Ministerio Público a base de una alegación pre acordada ni el informe de un oficial probatorio.  El juez pudo haber impuesto una sentencia de reclusión, aunque fuera mínima, ante el hecho, entre otros, de que la acusada no mostró señales de arrepentimiento, sino de que lo único que hizo fue «negociar» para tratar de obtener el beneficio de una sentencia suspendida.

Por supuesto, ya sabemos lo que pasó. Ella «compró» su probatoria, transigiendo el pleito en su contra, con acuerdo de confidencialidad incluido.  Así, no se sabrá cuánto pagó para que los padres no tuvieran «interés» en el caso penal. Y aquí paz, y en el cielo...dos niños inocentes que apenas vivieron.

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