La credibilidad de Ana Cacho - que desde el principio ha lucido frágil - ahora presenta una fisura considerable. No es meramente que ella sea adicta a drogas - pues ello no significa automáticamente que sea culpable - sino que su admisión es bastante tardía, y se produce mucho después de sus «golpes de pecho» como madre ejemplar, y a la vez, inmediatamente después de que se anuncia que uno de los tres hombres que la visitaron esa noche ha decidido contar lo que pasó.
La estrategia de la defensa es tan obvia como sencilla. Se sientan las bases para un planteamiento de responsabilidad penal atenuada o disminuida, por razón de su estado mental producto de la adicción. Además, se va sembrando en la mente de los posibles jurados la idea de que ella es una «enferma» digna de pena.
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