La realidad es que, más allá de todos esos conceptos como «duda razonable», «inferencias» y «presunciones», lo que cuenta es el sentido común y la sensatez que nos da la experiencia de la vida. Lo que resulta más probable, en vista de la totalidad de las circunstancias. Todo lo demás son mistificaciones y preciosismos jurídicos incomprensibles para un lego. Para descargar adecuadamente su función de aquilatar la prueba, el jurado tiene que encontrar el balance entre la credulidad total y la incredulidad total. La prueba - sobre todo, la testifical - nunca es perfecta, y siempre pueden señalarse imperfecciones. Lo fundamental es lo que revela, de una forma u otra, tomada de manera integral.
Veremos lo que ocurre con el jurado de la Calle Chardón.
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