La prensa amarilla británica es desde hace mucho famosa por sus excesos infames, al informar sobre todo tipo de asuntos. Fabrican historias o tergiversan la verdad como su modus operandi y vivendi. Viven, pues, en los tribunales defendiéndose de las frecuentes demandas que se presentan en su contra por ese proceder << periodístico >>.
El asunto ha llegado tan lejos que hasta la ONU ha tenido que pronunciarse al respecto, pues ocurre que algunos de esos medios publican textos insultantes contra los inmigrantes ilegales, en un lenguaje que atenta contra su seguridad. Al pedirle al gobierno inglés que le ponga coto a esta práctica, la ONU le ha recordado que así se empezó en la Alemania nazi y en Ruanda, con una retórica pública que desmerecía gravemente a grupos étnicos, facilitando con ello la aplicación de leyes y prácticas que desembocaron en el genocidio. En fin, la libertad de expresión legítima no es palio para la incitación al odio y la violencia contra aquellos a quienes se tienen como inferiores.
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