Espero -- aunque con temor -- que nuestros tribunales no le den paso a la pretensión de organizaciones religiosas de dictarle pautas al Estado acerca de lo que se puede o no se puede enseñar en las escuelas públicas. Digo con temor porque sabemos lo cobarde que puede ser el Poder Judicial en nuestro país.
Ceder al reclamo histérico y oscurantista de unos fanáticos que quieren imponer una teocracia en Puerto Rico sería funesto para la separación de Iglesia y Estado; un retroceso histórico para una sociedad laica y pluralista. Los que quieran adoctrinar a sus hijos en la estupidez tienen las escuelas privadas religiosas para ello.
Esta demanda para prohibir la enseñanza de la perspectiva de género en la escuela pública es la punta de lanza de una cruzada para reconfigurar nuestro ordenamiento jurídico a imagen y semejanza del más rancio de los cristianismos: el homofóbico y misógino de la teología paulina.
A eso corresponde un «no ha lugar» de plano, en primera instancia, en apelación y en última instancia. Ojalá se tenga la fuerza de espíritu para ello.
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