Que haya que legislar para asegurarle a la mujer una situación más equitativa en la sociedad es una vergüenza en este siglo XXI, pero, lamentablemente necesario. Alemania es uno de un puñado de países que ha recurrido a establecer cuotas en los puestos de trabajo gerenciales en el mundo corporativo, para reducir en algo la inequidad al respecto. Que la recién aprobada ley fije el 30% como cuota es indicativo del desbalance manifiesto en el renglón de la administración corporativa.
Aunque las cuotas de participación de una clase de personas en alguna vertiente del quehacer humano pueden resultar algo antipáticas o problemáticamente forzadas, lo cierto es que, ante la prevalencia del discrimen y el desinterés en corregirlo, se hace necesario adoptar esta clase de medidas para hacer algo de justicia a la mujer en el campo laboral a niveles de supervisión.
Ciertamente, una sociedad no puede darse el lujo de subemplear a más de la mitad de su fuerza trabajadora en la alta gerencia del sector privado, negándose el beneficio de sus capacidades y manteniéndola, de manera sistemática, en puestos subordinados.
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