He dicho, entre bromas y veras, que el Derecho es como un supermercado bien surtido: hay doctrinas, jurisprudencia, normas y principios para todos los gustos y situaciones, según lo que se quiera decidir, probar o sostener. Los abogados lo sabemos, y lo aprovechamos para beneficio de la parte que representamos. En este ejercicio, muchas veces se pierde de vista el fin último de todo esto: que prevalezcan la Verdad y la Justicia.
Me parece alentador que el juez que atiende el caso del fraude electoral en Guaynabo haya rechazado los «cantos de sirena» jurídicos de la defensa. No ha perdido de vista lo esencial, es decir, el hecho cierto de que estos funcionarios -- algunos de ellos agentes del orden público -- se prestaron para burlar garantías de la pulcritud electoral tan necesarias a una democracia representativa. Las disquisiciones sobre el derecho aplicable y otras cuestiones técnicas no deben tener precedencia sobre el castigo merecido por los autores de estas fechorías.
Esperemos que en instancias superiores no se malogre este dictamen judicial.
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