Continúo recordando mi aprendizaje léxico de aquellas tardes en el cine de mi infancia y adolescencia. De no haber sido por todas esas películas que giraban en torno de la «fiebre del oro», primero en California y luego en Alaska, yo hubiera tardado más en saber lo que era un
yacimiento. Más tarde supe que además de los minerales, los hay arqueológicos. Igualmente, fue la cinta
El abominable hombre de las nieves la que me enseñó la palabra de origen tibetano
yeti, como se conoce a la criatura mítica.
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