Complazco en algo al amigo que gusta de mis referencias al cine como fuente de conociminto léxico. Para un niño que crecía en los años 50, la palabra vaquero figuraba tempranamente en mi incipiente vocabulario. El cine de Hollywood produjo incontables cintas de ese género, y debo haberlas visto casi todas. Me parece que la RAE no aquilata bien la figura de esos hombres rudos, cuando los describe como «pastores», cuando lo cierto es que este término está mejor empleado en el ámbito ovejero, con una connotación de placidez que no cuadra con la vida vaquera. Ese cine del Viejo Oeste también me enseñó lo que era un vigilante, individuo que solo o en grupo toma la justicia en sus manos, acepción que la RAE no registra aún, y que Charles Bronson revivió hace 40 años en Death Wish y sus continuaciones.
Crecí además oyendo que el siniestro que en 1919 destruyó el teatroYagüez -- construido en 1909 por mi bisabuelo Félix Medina González y su hermano Julio en mi natal Mayagüez -- se produjo cuando se exhibía la película La vestal del sol inca, de referencia a doncellas a cargo del fuego sagrado en la antigua Roma y adoración al sol en el imperio incaico.
Y, por supuesto, ya en mi adolescencia, con el cine de Isabel Sarli y otras de esa estirpe, supe, algo clandestinamente, lo que era voluptuosa.
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