Un día como hoy, en 1879, el Tribunal Supremo de Estados Unidos admitió a Belva Lockwood a postular, como la primera abogada. Ella se había graduado de Derecho en 1873, pero de poco le había valido porque la judicatura de la época no le permitía ejercer en los tribunales, incluido el Supremo federal. Un juez de Maryland le llegó a decir que Dios había decretado que las mujeres no eran iguales a los hombres y nunca lo serían. Cuando ella trató de responderle, no la dejó hablar y la mandó a sacar del salón de sesiones. Entre 1874 y 1879, Lockwood cabildeó en el Congreso para que aprobaran una ley que le permitiera a las mujeres postular en los tribunales federales. Finalmente, los machistas de la época le hicieron justicia a las abogadas.
Como puede verse, contrario a la propaganda americana, en ese país, los reclamos de igualdad de derechos nunca han sido acogidos con agrado, ni siquiera entre aquellos llamados a atenderlos esclarecidamente. La verdadera historia de Estados Unidos está llena de bochornosos episodios como éste, que no reflejan superioridad jurídica ni moral para que le dicten pautas al resto del mundo.
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