Lo de Carlos Alberto Torres, preso político nuestro en cárceles americanas, es claramente una manipulación para justificar la denegatoria de los beneficios de una libertad bajo palabra. Es, sencillamente, inverosímil que él haya incurrido en la conducta que se le imputa, a una semana de su audiencia ante la Junta de Libertad Bajo Palabra. De nada ha valido la admisión inculpatoria de otro reo, ante el empeño de prolongar la reclusión de Torres.
Es que el imperio no olvida ni perdona a quienes lo confrontan y no se doblegan. El decoro y los principios son la "peor ofensa" que se le puede hacer al Tío Sam. Veremos si toda esa "belleza" de Obama es cierta, y por fin se hace justicia a los presos políticos que aún quedan en el país que se jacta del fair play.
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