martes, 17 de junio de 2008

Una perrería

Una juez de Nueva York ha tenido los pantalones de rebajar los $12 millones que Leona Helmsley le dejó a su perra a "sólo" $2 millones, destinando la diferencia a la fundación para obras de caridad establecida por la misma doña Leona. ¡Bien hecho! La libertad y la propiedad privada no deben ser abusadas con excentricidades de esta índole. Tiene que haber límites razonables a la capacidad de obrar, al disponer de los bienes mortis causa. La misma actitud que una vez llevó a la Helmsley a burlar el fisco con legendario desparpajo se manifestó en este acto de su última voluntad. Puede entenderse que se hagan arreglos para el cuido de un animal, pero destinar millones a ello es una burla a la sociedad que resulta intolerable. En puro derecho, diríamos que es algo contrario a las buenas costumbres y al orden público. En fin, una perrería.

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