Hay que celebrar que nuestros legisladores hayan tenido la valentía de resistir la disparatada pretensión de un sector de la religión organizada de llevarnos a los "tiempos felices" de la Edad Media. La Resolución 99 ha muerto, y hay que enterrarla bien, para que no vuelva a salir a perturbar el orden social. Que se enteren todos esos profetas de pacotilla: este país no vuelve "ni pa' Dios" a la época en la que lo religioso primaba sobre la vida cotidiana de la sociedad general. Quien quiera vivir de acuerdo con el Viejo Testamento tiene perfecto derecho a ello, pero no a imponérselo a los demás. Con todos los defectos que pueda tener, prefiero la racionalidad del Código Civil.
El matrimonio y la familia tradicionales seguirán incólumes, independientemente de que se reconozcan otros arreglos humanos. En asuntos afectivos tan íntimos cada uno actúa a base de lo que siente, no de lo que haga el vecino.
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