Si bien la condena del «contador de Auschwitz» de 94 años de edad a cadena perpetua sería inútil, desde el punto de vista práctico, la de cuatro años de reclusión añade insulto a la injuria. Es un claro abuso de discreción, por infravalorar su participación en el exterminio masivo y organizado de los prisioneros en dicho campo. El hecho de que él admitiera su participación -- claro está, en función de un apoyo muy tangencial -- no es otra cosa que el reflejo de la desfachatez de quien, en el fondo, no piensa ni siente que haya hecho algo malo.
El exterminio fue posible, precisamente, por la colaboración, activa o pasiva, de miles de individuos como Oskar Groening. Aunque sea de manera simbólica, la condena legal tiene corresponder adecuadamente a la condena moral de esas atrocidades.
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