Aunque se reconoce la importancia del derecho a practicar la fe o la religión que cada cual escoja, ello no puede usarse como un escudo para dejar de cumplir con la ley o discriminar irrazonablemente contra alguien en asuntos medulares. En época reciente, ello ha estado ocurriendo en muchas jurisdicciones de Estados Unidos, para, por ejemplo, tratar de eludir los dictámenes judiciales que reconocen derechos de personas con una sexualidad distinta de la heterosexual. Se ha desarrollado un patrón orquestado de usar la religión como una excusa para discriminar. Los tribunales no han sido del todo consecuentes en la resolución de estos conflictos.
En una decisión reciente, el Tribunal de Apelaciones correspondiente dictaminó que el estado de Washington puede obligar a las farmacias a proveer los contraceptivos de emergencia, conocidos como Plan B, no obstante la alegación de que ello violaría la libertad religiosa de los dueños del negocio. Obviamente, el tribunal aquilató correctamente que se trataba de un subterfugio para discriminar por razones espurias.
La libertad religiosa no puede usarse para justificar el discrimen por el disgusto que un proceder le cause a una persona. Si ello se permitiera, tendríamos una sociedad totalmente fragmentada, en la cual se haría casi imposible el comercio y el resto del desenvolvimiento normal de los ciudadanos, pues cada cual tendría el derecho de negarse a interactuar razonablemente con los demás, sobre bases extremadamente subjetivas que no representan un daño real a su persona y a sus bienes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario